UN PUNTO SIN CENTRO

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“En el centro del laberinto está el gran RELOJ PENDULAR. Mi misión es detenerlo.”

Después de caminar miles de años bajo sus muros, he llegado al centro, a lo sublime: el límite, que soy yo mismo.

Me acerco y extiendo la mano para tomarlo. El reloj atemporal refleja mi efímera finitud. Tomo el péndulo y, sin resistencia, se deja poseer, como el tallo de una flor.

En ese instante comprendo que todo debía perderse para reconocer que el tiempo ha sido solo un sueño—acaso verdadero y adverso, como la realidad misma.

Al hacer mío el tiempo, lo he hecho de todos. Y al ser de todos, se detuvo. Ahora veo que los muros del laberinto ya no están. He atrapado el instante y lo guardé a la vista del mundo, pero nadie lo vio. ¿Qué valor podía tener?

Sin piedad, aniquilé al GRAN RELOJ PENDULAR para construir puentes de fraternidad.

Al salir, observé el mundo sin fronteras. El hambre no existía y las armas eran reliquias en un museo. La gente sonreía con humor, y un niño jugaba a ser niño. El cielo y la cordillera resplandecían bajo la aurora.

“Encontré a Ariadna. Solo la miré. Sí, la miré a los ojos y la besé.”

Desperté un invierno de agosto en el nosocomio. Me miré: era mitad humano, mitad toro. La metamorfosis me había vuelto loco, un salvaje y un sabio a la vez.

Al lado de la camilla, un hombre me leía un libro. En su cubierta, una letra desconocida, de un alfabeto que jamás había visto. Cerró el libro y, con voz tenue, se despidió apoyado en su bastón.

Ingresó la enfermera con el inyectable. Le pregunté quién me había estado leyendo en voz alta.

— Ese hombre es ciego. No creo que te haya estado leyendo —me respondió.

 Con el tiempo, intenté levantarme. Lo hice con dificultad. Me asomé por la ventana y, en el patio, volví a ver al mismo hombre leyendo aquel libro. Era como un espejismo, un sueño perdido en las arenas del tiempo.

Transité el pasillo, salí al patio, lo miré y le toqué el hombro.

— Señor…

Y el espejismo se derrumbó como cuando el ser humano cae ante la muerte.

Después de besar a Susana, paseamos por el laberinto, disfrutando de la tarde otoñal en un punto perdido, sin centro, en Cuadro Bombal, Mendoza.

 Alejandro Lomoro
07/24 – Noche de Invierno
San Rafael – Mendoza