El hecho y la materialidad del mito no existieron ni existen. En su significado, encontramos una representación figurada de una creencia sin entidad. Tiene entidad cuando lo relatamos o transcribimos. El mito existe si nosotros le damos voz o lo escribimos.
¿Dónde reside el mito? ¿Cómo lo resignificamos en la actualidad?
En el pasado lo prefiguramos y lo actualizamos en nuestro texto/contexto contemporáneo.
¿De qué sirve hacer literatura con el mito? El mito es literatura; y si es literatura, es interdependiente con la vida que
fue y es real.
En la superficie, la literatura es ficción y realidad, un signo, como el mismo minotauro. Nos adentramos en su figura humana de prevaricación, y en la vida salvaje que no simboliza y que tampoco puede hablar sintagmáticamente.
Jugar con el mito es ver en un espejo al minotauro, en lo salvaje que devora y consume tanto como el humano, sin piedad.
Sin el arte de la escritura, no sabríamos del minotauro que desnuda nuestra condición, pero también nos invita a despertar a la vida después de un largo sueño.




