DESEO
Lo último que se pierde es el deseo.
El mundo es una filmación que me atrapa en su pantalla.
Existo en el deseo, no busco otro objeto
que no sea la pulsión de desintegrarme en él.
Mi deseo no cede, resiste.
Se deconstruye, se reconstruye,
y en el juego de la imagen me entrego a vivir.
Lo sé: el deseo es una edad sin fin.
Mis tiempos se fragmentan, se dispersan,
en cada pantalla que me mira y me guarda.
La filmación persiste; el deseo secreto sobrevive.
Es infinito, como el tiempo.
Me descubro en cada reflejo, en quienes observan las pantallas.
Avizoro la ilusión, convertida en ficción.
La película sigue, y yo persigo el objeto del deseo.




